miércoles, 11 de marzo de 2009
El hombre de roca
El hombre de roca no llora. No siente. No tiene entrañas.
El hombre de roca se muestra impasible, no flaquea ante la belleza de las cosas, ante lo volátil de las gratas sensaciones. El hombre de roca no se emociona, no se deja llevar, no pierde el control.
El hombre de roca se muestra sereno, imperturbable. No deja ver más allá de sus dientes, tras su sonrisa de suficiencia. No deja que las dudas penetren en su cuerpo, choquen violentamente contra la quietud, el equilibro es imposible.
Cuando cae la noche, los licántropos transforman su estado. Retorna el aquelarre. Cuando cae la noche, el hombre de roca se resguarda en su lecho, bajo las cálidas sábanas de lino y seda, y entonces permuta. Y siente. Y padece. Y llora.
Y entonces El señor Ríder llega, le acaricia, le seca las lágrimas, y le lee un trozo del último libro de Murakami, y al final le dice:
- No llores, niño guapo, mañana volverá a salir el sol.
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5 comentarios:
Ya lo decía Bruce Lee, mejor ser water, que rock.
Con un cincel, un martillo y algo de paciencia cualquier roca se resquebraja y finalmente, se rompe.
Si eso ocurre, llámame, me ofrezco a juntar las piezas del puzle :D
Pues me siento bastante identificado con el texto. Intentaré escribir algo para su deleite en los próximos días, a ver si le gusta.
Un besazo.
Stürmer dijo...
A la mujer de piedra no le gusta serlo, odia su capacidad de que le resbale el agua, le entristece su imposibilidad de ponerse triste.
¿Y si mañana no sale, el sol?
Me gustaría llorar y hacer locuras por amor. Y ser celosa y... dejar de controlar cada situación. Y sentir de verdad
No merece la pena llorar,aunke sirve para desahogarse.pero llevas razon mñn volvera a salir el sol kizas con mas intensidad de la ke nunca pensaste.
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