lunes, 3 de junio de 2013

Troncos inestables

A medida que pasaba por ese campo, la vegetación se fue haciendo cada vez más escasa. Aridez infinita salpicada por los pocos y pobres árboles calvos que se divisaban de tanto en cuanto. Como percheros en los que nadie quiere colgar su abrigo, esos troncos inestables se me antojaban poco fiables, me generaban inseguridad, y conforme la noche se acercaba, bastante miedo.

Pese a que no me atreví a acercarme a ninguno de ellos durante algunos días, al final el azar del viento me hizo pasar rozando uno. Ese mismo árbol que me rozó y desgarró la ropa, me metió una rama en un ojo y me puso una zancadilla con la raíz.

El mismo tronco inestable que me empujó a comer fango de bruces, a ver el suelo a ras, a sentir impotencia es el mismo leño que me ha hecho ver la luz que él no desprende cuando me he levantado y he mirado hacia el otro lado del vasto terreno del mundo.