viernes, 12 de febrero de 2010

Ninja, o Les dangereux, de Daniel Klug

Podía intuir su presencia, la sentía, estaba siempre dos pasos por detrás mía.

El ninja, o la ninja, ninjala, posible dualidad escondida en paños negros y suaves, ese ser esquivo.

Ninja, se acerca, a escondidas, te huele, aspira profundamente tus secretos sin que te des cuenta; es partícipe de tus más oscuros deseos desde la sombra, en la distancia, la distancia que tú no controlas, tú no conoces sus pasos, puesto que va borrando los rastros.

Se acerca, te susurra, y cuando te das la vuelta no ves a Ninja. No se aclara. Quiere saber de ti, pero no quiere asustarte. Quiere verte, pero no dejarse ver. Controlar la situación.

Deja de usar artes sibilinas. Muéstrate de una vez, miedo enfermizo. ¿Ninja, tienes algún papelajo que enseñar? No esperes a que esté volando por los aires, porque siempre salto con paracaídas, y probablemente no tenga ningunas ganas de caer.