miércoles, 2 de junio de 2010

Toda una noche corriendo por mis sueños

Aquella noche estuvimos tomando unas copas primero, unas miradas después, y unas risas al final. Descubrí que soy malísimo jugando al billar, pero qué importaba, no miraba sino más allá de la lona. Tú eras quien me tenía embobado. Pese a que me decías que te planteabas volar lejos.


Nos contamos como éramos. Nos gustábamos, o eso creía yo. Creía ver en tus ojos un brillo especial que no veo en algunas amigas. Supongo que fue eso lo que me hizo zozobrar más tarde.


Cuando me acariciaste la mano casi sin querer se confirmaron mis sospechas. Estaba bastante colado por ti, pero no pensaba demostrártelo. No quería que pinchases el globo de la ilusión.


Acabamos en la cama, y fue genial. Recuerdo una frase estupenda: no hay prisa, tenemos toda la noche.

Al día siguiente yo tenía que irme del país por un tiempo. Podías ( y puedes) llegar a mí de varias formas, solo era cuestión de proponérselo, pero no. Quién me iba a decir a mí que sí, que tenías razón, que esa era toda, y la única, noche que teníamos. Desde entonces, nos hemos empeñado en tenernos solo en sueños.


Menuda mierda, estos amores modernos.

Please baby lemonade

Calor. Sopor. Cuerpos resentidos que envejecen rápidamente con la elasticidad de la piel, quizá deberíamos momificarlos para siempre. Máscaras venecianas para ocultar el sudor del esfuerzo por sobrevivir. Trilogía de México: pasado, presente, futuro.

Busco a tientas mi reflejo en el espejo, y solo encuentro una imagen que no me corresponde. ¿Me engaña? ¿O soy yo el que me engaño solo? Soy una marioneta, soy el juguete de la fortuna. Intuyo que habrá tormenta pronto, así que me lleno de valor, y decido el futuro antes de tiempo: me tiro las cartas del tarot. Sorpresa.

En los campos de maíz, como le sucedía a Holden Caufield, esperaré a que llegue el momento de ejercer mi trabajo. Mientras tanto, salgo a la calle, y tomo limonada.