Hacía todo lo posible para impedir que se le tensara un músculo de la pierna, pero era algo ajeno a su voluntad, actuaba sin su permiso, tan inevitable y poderoso como un estornudo. Aquella pérfida franja de músculo no le dolió al contraerse en un leve espasmo, pero sintió que le estaba delatando, dando la primera indicación de la gravedad de su problema. Él sin duda notó la pequeña tormenta que bullía debajo de su mano, porque ensanchó los ojos una pizca, y el arco de sus cejas y la insonora separación de sus labios sugirieron que estaba impresionado, incluso sobrecogido, al confundir con ansiedad la zozobra de Florence…
…Es vergonzoso a veces que el cuerpo no quiera, o no pueda, ocultar emociones. ¿Quién, por decoro, ha frenado alguna vez el corazón o sofocado un rubor? Indisciplinado, el músculo de Florence brincaba y se agitaba como una polilla atrapada debajo de su piel…