domingo, 26 de julio de 2009

Dos estados: llamas y leña

El amor, como un fuego incandescente, compuesto siempre de llama y leña.

Mezcla indispensable de los dos elementos, tan necesaria la materia prima como la combustión posterior. Se dice en temas de pareja que uno mas uno no son dos. Ocurre aquí lo mismo.

La llama se fue, apagada por noches de falta de ganas, de furias masticadas y no digeridas, de deseos ocultos anhelados y no consumados. Se fue de visita a la casa de al lado, donde la lumbre era propicia. Se fue de turismo a otro bosque, donde la variedad de coníferas era un plato irresistible para el paladar.



El amor siempre entre dos estados, bamboleándose desquiciado, efecto Doppler, de la felicidad desorbitada a la oscuridad de la rutina no deseada. Del amor al cariño hay una línea mucho más delgada que al deseo, y la llama sabe perfectamente como saltar ambos dos precipicios, sintiendo especial predilección por uno.

La llama saltó; se agotó en este amor, se fue, te fuiste.

Y yo me quedé con el otro componente, solo, inerte, hecho leña.