Recuerdo perfectamente mi última visita a Kenia.
Estando en Nairobi, apareció una negrita estupenda en mi campo de visión. No dejaba de saltar y dar vueltas con sus amigos en la plazoleta improvisada. Estaba embelesado contemplándola, me tenía fascinado. Un auténtico capricho. Cuando paró, sus ojos enormes y lastimosos se posaron en mí. Sin darme cuenta de cómo ni por qué arrastró mi torpe cuerpo hacia a un sitio apartado. No atendíamos al resto de la tribu viejuna que se agolpaba en derredor. Me dio a probar un zumo de piña que ella misma había preparado, jugoso líquido que saboreé mientras no apartaba mi mirada de su negro y ondulado pelo. ¡No podía creer mi suerte! En lugar de todos los fornidos mulatos, había elegido a este escuálido blanco para pasar el rato.
Tenía el estómago en ebullición, las crisálidas eclosionando, saliendo atropelladamente del capullo. Todo se precipitaba, yo no estaba acostumbrado a estar tan a gusto. Nos escudriñamos todas las facciones, llegando a los recodos del alma durante un rato. No podía soportarlo más, estaba temblando. Intenté dar un paso más, y mi mano temblorosa se dirigió hacia un mechón de su pelo.
- No - espetó, cortando mi avanzadilla, matando las mariposas, metamorfoseándolas en puntiagudas espinas.
- Lo siento – dije. Es que para mí eres la niña más guapa que…
- No es eso. Me molesta que me toquen el pelo.
Mientras yo me reajustaba (el amor es huracanado) y alejaba mi cara de sorpresa (incontrolable) ante tamaña curiosidad (ilimitado), se acercó a mí con previsibles malas intenciones. Cerré los ojos, y mientras esperaba la fusión de sabores, me volvió a engañar: se acercó a mi nuca, a mi oreja izquierda, a mi cuello, todo a la vez, a la zona neutra donde nadie repara, y aspiró todo el aire que sus pequeñas fosas nasales le dejaron.
- Me encanta tu olor - y aspiró una vez más. Adoro tu olor.
El resto de la noche y de la historia me lo reservo, no es tan sustancial. Pero esto es algo que siempre quedará de ese mágico momento. África, y su olor.
Ahora, en España, nadie me dice que quiere olerme.