Jueves noche. Me habían ofrecido una entrada de gratis (bueno, dos) para ver a Mastretta. Apenas lo conocía sino de oídas, y temía el factor sorpresa.
Siempre me cuesta plasmar palabras adecuadas a sentimientos y sensaciones, y, a veces, se me ha evaluado por ello, pero es que, en este caso, creo que no hay palabra tal para denominar la explosión sensorial que sentía interiormente con la mayoría de los temas.
Guitarra, batería, teclados, saxo, trompeta, clarinete, acordeón, contrabajo, violonchello, violín.
Vaya diez musicazos. ¿Letras? Letras no hacían falta para nada. Cada virtuoso tuvo su solo en el que encandilaba aún más. Y para rematar, el propio Nacho (Mastretta) es un estupendo payaso que ameniza el espectáculo con sus bailes, sus risas... Un genial histrión.
Qué envidia. Qué imbécil yo por no subirme al final al escenario a bailar con todos como hizo otra gente. ¡Qué me pasa!
No encuentro videos de la ocasión, pero os podéis hacer una idea aquí y aquí.
Salvando muchísimo las distancias, me hizo recordar el payaseo y el ánimo con que vive algunas canciones (aunque la música no tenga nada que ver) al señor ansiado por las chicas Leto.