viernes, 26 de febrero de 2010

Scratch my nails on somebody else's back

Te tenía ganas.

Llevaba varias semanas observándote, tus gestos, tus miradas, tus muecas. Siempre he sido una persona simple, alguien que ante cualquier pequeño y nimio detalle acaba fascinado. Me obnubilaba que me contases tus miedos, tus deseos, tu aversión al azahar, tus ganas de viajar, y tu predisposición a venirte conmigo a alguno de mis viajes de trabajo.

Se dice que el roce hace el cariño, y a base de coincidir contigo más y más empecé a desearte. Me puse como límite aquel viernes, era el día X, no podía dejar pasar más tiempo, la perdiz estaba más que mareada. Los temas musicales, los bailes y sus contoneos y las cervezas hicieron el trabajo oculto.

Y al final me dejé llevar. Por fin solté la brida que me apresaba. Salté el trampolín de mi desconfianza, hice un carpado, doble tirabuzón, y entrada perfecta al agua.


No te pillaba de sorpresa. Tú también me tenías ganas. Los arañazos de mi espalda lo demuestran.