miércoles, 15 de diciembre de 2010

El pasado no es presente

No sé cómo ni por qué, pero de repente volviste a mi mente. Me engatusaste de nuevo, pero esta vez de una manera muy distinta: desde la distancia. No tuviste que hacer nada, tan solo desaparecer, y esperar a que el azar hiciese el resto. El shuffle me colocó las dos únicas canciones que me recuerdan a ti de manera consecutiva, y como no tenía recuerdos recientes, tuve que ponerme a escarbar en el pasado. Y ambos sabemos lo que tuvimos en el pasado.

A mi mente vino ese verano de charlas diarias, por la noche, con el cielo estrellado, una copa en la mano y la brisa que se genera al lado del Guadalquivir a las dos de la mañana. Recordé especialmente aquella noche en la que, con tan solo una llamada perdida, supiste que estaría en nuestro banquito esperándote. Ese vestido blanco escotado hizo que enmudeciera, pero tu forma de ruborizarte me hizo ver que mi silencio te había dejado bien claros mis pensamientos.

Aquella noche, por primera vez, no nos dimos los dos besos de rigor. Te sentaste junto a mí, aún colorada, me sostuviste la mirada cinco segundos, y luego me elevaste al séptimo cielo.

Ojalá supiera qué fue lo que mandó todo a la mierda.

Goodbye my lover

Te fuiste.

Recuerdo aquel preciso momento con mucho dolor. Ya no estabas. Ya no eras parte de mi vida. Había perdido, en un momento de lucidez tuyo, y solo tuyo, toda la dedicación que yo había empleado en ti durante años de esfuerzo.

Pensaba que mi vida se acababa. Que de las pocas cosas que me hacían sonreir, nunca más sabría. Que te iba a echar de menos. Que no quería tener a nadie que te sustituyese.

Al cabo del tiempo pensé que nada es absolutamente necesario en esta vida. Que todo tiene un pase, que el tiempo todo lo cura, que sabría sobreponerme. Que no merecías mis lágrimas.

Pero luego volviste. Afortunadamente, volviste.

Por favor, no te vayas. Blog, quédate conmigo.


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