¿Por qué ocurre? Lo desconozco. Pero ocurre, es más que evidente.
Me sorprendo a mí mismo mirando al escenario mientras la banda de música, de más o menos caché, de más o menos talento, eso no importa, interpreta sus mejores temas y la gente baila - se contorsiona o patalea, cada uno como mejor sabe divertirse -. Me descubro a mí mismo lejos de allí, pensando en otra vida, en una vida que no es la mía. Siendo otro que no soy. Con gente desconocida que no son mis amigos.
No me malinterpretes, no es que no me divierta. Soy un tipo con suerte; estoy donde quiero estar, con quien quiero estar y oyendo lo que decido oír. Será eso que dicen que la música te teletransporta y te evade, te hace imaginar vidas paralelas con lanzas y caballos y doncellas y botellas de ron que trae el mesonero.
Y de repente algo sucede, algo que me hace retornar; me despierto y vuelvo a la sala. Al concierto que tengo a 15 metros y a la vida que he ignorado durante 30 segundos de evasión. A mi vida, ésta sí. La que me gusta. Me divierto con mis amigos, conozco a nuevas personas, abrazo a otras que llevo mucho sin ver y me sale la arruga en la mejilla de tanto sonreír.
Voy al baño y me miro al espejo. Y la mayoría de las veces, me reconozco.
Mañana he quedado para ir a un concierto. ¿Quieres venir conmigo?
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