Después de meses, después de una primera prueba oficial que
fue la media maratón de Córdoba y donde hice un buen tiempo, dejé de correr por
circunstancias tristes. Ahora ya que superé tu muerte, era el momento de volver a
salir y poder llorarte mientras hacía kms. Así que me ajusté ese cintillo para el pelo que me hiciste con tanto amor
(¡aunque yo quería una bufanda!) para sostener los auriculares durante todo el
trayecto y me fui a mi calle.
Faltaba la segunda parte esencial: la música. El nuevo disco
de The Chemical Brothers, Don’t think, que es una compilación de los temas que
se grabaron durante el BBK Live del año pasado había llegado a mis manos un día
antes. ¿Serendipia? Lo fuese o no, era el disco adecuado. Ese fue uno de los dos
mejores conciertos de mi vida, y revivir esos temas tal como sonaron allí me
resultaba estimulante. Sobre todo cuando llega el momento clave en el que
mezclan el Saturate con el Believe.
Llueve, poco, chirimiri, aunque con cadencia ascendente. Los
synth del minuto uno están cayendo sobre las orejas casi al mismo ritmo que las
gotas. En el minuto dos empiezan a sonar los golpes secos donde ya se esboza el
inicio del Saturate.
En el 3:15 empezamos a venirnos arriba. Y yo empiezo a
correr más, pensando en la Eternal Running.
La explosión es en el 3:41. Saltamos y danzamos bajo las gotas poseídos
por la electrónica. Tenemos los pelos achicharrados de agua tibia. Somos
felices mientras llega el segundo subidón, 4:32.
Y en el 5:30, que estoy cansado de correr ya, y necesito
otro estímulo, lo recuerdo. Cuando empezaron a sonar las primeras notas del Believe
previo a la proyección bestial de las plantas de las catedrales (en el audio se
oyen los gritos de la gente). Y sé lo que va a pasar pocos segundos después, la
explosión visual, auditiva y sobre todo sensorial de la mezcla en sí de ambas
dos: 5:58. Aprieto a correr más que nunca. Hay que alcanzar a la Kar-mela.
Run, baby, run!!