El ser humano, ese ser tan especial, tiene como una de sus principales cualidades el juzgar por una sola imagen, por un solo acto.
De vez en cuando deberíamos pensar dos veces las cosas antes de decidir, por no hablar de mirar nuestro propio ombligo antes que el ajeno.
Recuerdo que cuando usaba mi gabardina larga de cuero, y llevaba el pelo largo, un hombre dijo de mí que menudas pintas de delicuente, que quién se iba a acercar así a mí.
Es curioso, ahora, ese hombre no puede ver. Ni siquiera mis malas pintas.