jueves, 31 de diciembre de 2009

Decálogo 2010

Me han pasado el siguiente documento. No es que todo crea que es lo correcto. Es más, algunos hasta me joden. Pero me ha gustado y me ha hecho reflexionar. Aquí lo dejo caer para quien lo quiera. Hala, a pasarlo bien.


Manifiesto completo. Decálogo bon vivant.

Las intenciones, especialmente las buenas, sirven para poco.
Los propósitos son como la viagra, la farlopa o ese fulano borracho y encantador que te hace tanto caso a las cuatro de la mañana.
Quimeras. Humo. Ilusiones transitorias. Mierda.
No obstante, si han llegado hasta aquí, algo me dice que no es para que les dore la píldora ni pinte la mona.
¿Quieren verdades de las de a puño? ¿De las que joden? Sea.

1. Borra los SMS.
Todos. Kilómetro 0.
Y no me refiero exclusivamente a singles y treintañeras recauchutadas dispuestas a comerse (ya me entienden) la vida y los rescoldos de la madera de su juventud. No.
Todos. También los casados, también los canallas imberbes de Malasaña y las doncellas del Häagen Dazs, y el teléfono sin llamadas.
No puedes vivir eternamente de aquellos mensajes cerdos que lucias, orgulloso, en las rondas de cañas los jueves por la noche.

2. Mentiras y fiestas de guardar.

Llevas años arrojando sapos y culebras sobre El Día de la Madre, El Corte Inglés, San Valentín y su puta madre. Años ostentando pose y principios.
Luego oyes un par de villancicos y te ablandas un poquito. Imaginas su cara sin regalo bajo el árbol de Navidad de los chinos y piensas qué demonios!, es Navidad. París (y tu vida sexual) bien vale una misa.
Pues no.
No la vale.

3. Psicología y autoayuda.
Manda a cagar al loquero.
No es Grabiel Byrne ni Lorraine Bracco ni mucho menos tú Tony Soprano.
Manda a cagar a Paulo Coehlo y El Secreto, haz una hoguera con los libros de autoayuda y la filosofía Teletienda, los suplementos dominicales y a todo aquel articulista, bloguero o tertuliano que te diga cómo vivir tu vida.

4. Pierde el tiempo.
Es tuyo.
Y no te engañes, nos vas a plantar árboles ni curar el SIDA ni siquiera leer Ulises.
Tócate los cojones a destajo y sin remordimientos.
Sólo faltaba.

5. Mueve el culo.
Los gorditos no siempre son simpáticos ni las rellenitas más guarras. O sea.
La belleza interior está bien pero ya saben, mejor allanen el camino hasta ella.

6. Soledad, Bourbon y sillones orejeros.
Las personas que no saben estar solas son, en el fondo, niños malcriados.
Pequeños divos hijos de puta, dictadores de una república bananera entre el salón y la cocina, constantemente reclamando atención y tardes libres.
Borra sus números.

7. Calladita estás más guapa.
Recuerdo una entrevista a Michael Stipe,
• ¿Qué haces para impresionar a los demás?
• Me quedo callado.
Muerde, huele, anda, araña su espalda, dobla la rodilla. Mira más, mira mejor. Busca el abismo.
Escucha.
Aprende.

8. Recupera la ternura.
El cinismo es un arma de doble filo, puede ser interesante pero también insoportable.
House mola. Pero Nate Fisher mola más.
Lloraste con Big Fish. Sufres cada verso de Tom Waits y celebras cada abrazo que no esperas.
¿Cuál es el puto problema?

9. Relatividad y prejuicios de a cuarto.
Conozco pocas personas felices.
Y créanme, no tiene nada que ver con la inteligencia; eso de que para ser feliz hay que ser ignorante debió urdirlo un informático resentido y malfollado.
Vete tú a saber por qué son felices aquellos fulanos. Sólo sé una cosa, relativizan todo. Cada problema, cada rincón de la casa de sus vidas.
Ya saben, si las cosas son como las ves, mejor no las mires mucho.

10. Folla como un cabrón.
Como un enano. Como una mujer despechada con luna llena y sábanas limpias.
Como si te quedara un mes de vida, un semana, un jodido día.
Como nunca.
Como siempre.

Momo, de Michael Ende

Me recomendaron Momo varias veces. Es más, me dijeron que me sentiría identificado con Momo. Así que a falta de regalos, fui a comprármelo, y me lo leí enseguida.

Momo es una niña que sabe escuchar, y que lucha contra que la sociedad se acomode. Que lleguen los hombres grises y quiten a las personas sus ganas de vivir, su ocio, sus risas, su corazón, su tiempo libre.


La compañía Titirimundi representa Momo estos días. He tenido la suerte de poder verlo en el Teatro Central. Pese a que su fidelidad al libro no es completa, me ha parecido una adaptación bastante correcta, y desde luego, con mucho más humor. Recomendable, sobre todo para gente de espíritu joven.