lunes, 26 de enero de 2009

Crónica de un secuestro anunciado

La peli de Lost en translation trata de cómo una persona se puede sentir completamente fuera de sitio en un país extraño con costumbres e idioma alejadísimos de lo habitual.

Como Bill Murray me sentí cuando llegué al aeropuerto de Atatürk en Estambul, pedí un taxi, y cuando me monté y le dije al señor taxiturco, en un inglés cuasi perfecto: “Novotel hotel” (para que veáis mis conocimientos de la lengua de Carlos de Inglaterra), el mismo me miró con cara extrañada, así que no tuve más remedio que darle mi papelito con la dirección. No sabía inglés.

Sonríe, arranca, y deja mi papelito con él, no me lo devuelve.

(Se supone que cuando una agencia te busca un hotel cercano al aeropuerto solo para pasar la noche, éste está como mucho a unos 7 u 8 minutos).

Llevaba yo 12 minutos en el taxi cuando empecé a ponerme nervioso. Más aún cuando el taxista coge el móvil y empieza a llamar a alguien, todo como muy haciendo planes, en un tono muy poco confidente. Yo pensando en que me estaba llevando a vete tú a saber dónde, pero no donde yo le dije.

Intento hacerme el buena gente, me funciona a veces, no creáis, e intento ser amable, hacerme cercano. Miro que había caído una buena manta de agua y digo, sonriendo: “Water today, eh?” (el eh en un español muy castizo).

Me mira, extrañado. Ni puta idea de inglés, pero ni puta ni zorra.

“WATER”, repito. Y hago el gesto con la mano de agua cayendo.

Y el tío me dice: “Novotel, novotel”, asiente, y me señala para adelante.

En ese momento me quise morir. Solo medio minuto después estaba más acojonado que muerto cuando el taxista miró para atrás por el retrovisor mientras estaba hablando de nuevo por teléfono en el mismo tono de mafioso, y sonreía.

Pasamos por el Novotel en ese mismo momento, y el doble de Sayid pasó de largo.

Glup.

Le dije Novotel, señalando, con la cara desencajada, supongo, y él me hizo un gesto de que iba a dar la vuelta y que volvería. Eso quise entender.

5 minutos más tarde, y yo a punto de llamar a nosequién para decirle que me iban a violar y que ni sabía dónde estaba, ni la matrícula, ni nada, y que el tío iba a 110 por una carretera convencional, con lo cual tirarme al suelo no le venía nada bien a mi cutis, el tío mamón va y da la vuelta.

Y me lleva al hotel.

Y hasta me da las buenas noches al despedirse. Lástima que no me hubiese dado un pañal, que me hacía más falta.