No es necesario hacerse grandes planteamientos para que las cosas sean diferentes. Para eso están los políticos...
A los 18 y empujados por sus padres, se afilian al partido de turno. Consiguen escalar y alcanzar puestos de prestigio a costa de pisar a sus propios compañeros. Hacen un trabajo digno o lamentable según los ojos de quien los miran y acaban sus carreras en puestazos de empresas o cobrando auténticas millonadas, dando conferencias e incumpliendo los principios que tenían a la edad de poder votar por primera vez.
Todos podemos ser políticos en nuestros círculos sociales primarios, y yo soy partidario de que ese modelo se propaga más fácilmente que en un virus.
Es fácil. Si a ti una vieja se te mete en el carril bici y encima se te pone chula, te toca las pelotas y llegas de mala leche al curro o al punto de reunión con tus colegas. Sin embargo, si al salir del autobús el conductor te dijera "hasta luego, que tenga un buen día" estoy convencido que se te plantaría una sonrisa en la cara e irías al curro hasta con alegría, cosa que no suele pasar habitualmente.
Si tú haces algo que se puede considerar bueno, la gente tiende a copiar ese modelo. El problema es que la sociedad de hoy día ha valorado actitudes nada positivas. Es decir, todo el mundo sabe que los políticos son corruptos, pero esas mismas personas son las mismas que se largan del kiosco con la vuelta errónea porque el vendedor les ha dado más dinero de la cuenta.
Sólo con una actitud acorde con uno mismo y con buenas conversaciones propias de seres inteligentes, auténticos y terriblemente sexys (que lo somos) podemos llegar a influir en los demás de algún modo. Al comprobar los "plagiadores" que ese modelo de conducta, actitud y pensamiento hace que te encuentres mejor, lo propagarán del mismo modo que hacemos nosotros.
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