A veces,
cuando se baja del coche mirando cómo se dirige hacia el portal por la
ventanilla del copiloto pienso: ¡Ahí va el amor de mi vida!
Sin saber por
qué, y después de tanto tiempo juntos, me invade una sensación que ocupa todo
mi ser y que genera ese cosquilleo olvidado que, a veces, produce la rutina y
la familiaridad de la convivencia.Es entonces cuando
me doy cuenta de lo importante de retener ese pequeño instante y me
quedo allí parado, contemplando cómo se aleja, cómo se coloca la blusa o,
simplemente, cómo rebusca en su enorme bolso las llaves que nunca
encuentra.
En ese
diminuto momento se da la vuelta y me mira como diciendo ¿pero, qué haces ahí
parado? y yo, mirándola sonriendo, intento que lea mis labios para
recordarle que ella es el amor de mi vida, con la frase que sólo
ella y yo compartimos. Arranco el coche y al mirar por el
retrovisor encuentro sus ojos mirando y presiento felizmente que
ella se encuentra disfrutando de ese mismo instante.
Carmen Molina Sújar
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