Conducía por parajes inhóspitos, contigo al lado. Creí que era el momento de decirte la verdad, le había dado ya más vueltas que un centrifugado, y dilatar más el tema solo podía hacernos daño. Eras preciosa y me volvías loco, pero tenía que hacerlo.
- No estoy enamorado de ti – le dije. Te quiero mucho, me lo paso muy bien en la cama contigo, y se nota que tenemos complicidad en muchas cosas, pero no estoy enamorado de ti. Quizá... con el tiempo… pueda lograrlo, pero a día de hoy no quiero engañarte respecto a este asunto.
Tu cara reflejó contrariedad, te quedaste seria el resto del trayecto, y, al notarlo, yo me puse inevitablemente triste. Te cogí de la mano, y te intenté tranquilizar, hacer las cosas naturales, hacerte sentir cómoda de nuevo:
- Seguro que con el tiempo lo consigo – concluí.
Estúpido de mí. ¿Cómo iba a poder enamorarme de una persona que cada vez trataba menos? ¿Cómo pretendía conseguir volverme loco por ella si me dedicaba a otros menesteres en lugar de pasar el tiempo conociéndola? ¿Cómo podría alinear nuestros futuros calmados si andaba inmersos en pasados turbulentos y presentes oscilantes?
¿Cómo?
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