Mattia tenía razón; uno tras otro, los días se habían deslizado sobre la piel como un disolvente, llevándose cada uno una finísima capa de pigmento del tatuaje de Alice y de los recuerdos de ambos. Los contornos, igual que las circunstancias, seguían allí, negros y bien perfilados, pero los colores se habían mezclado y desvaído hasta acabar fundidos en un tono mate y uniforme, en una neutral ausencia de significado.
Y se preguntó qué temía más, si perderlo a él o perder todas aquellas cosas: las cortinas, los cuadros, la alfombra, toda la seguridad bien doblada en los cajones.
1 comentario:
q gran libro...como me gustó!!! -PERU
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