domingo, 10 de enero de 2010

Año nuevo, sueños nuevos

El final de la noche del día de Reyes de este año fue más especial que cualquiera de las anteriores. Recién levantada, abrí la puerta de mi habitación, apenas amaneciendo, entraba luz filtrándose a través de la persiana todavía bajada. Miré al salón desde la puerta, y me quedé pasmada: había numerosas personas sentadas en sillas, escuchando a alguien o mirando algo que yo no podía ver desde mi ángulo. Las sillas estaban orientadas de modo que la gente estaba expuesta hacia el pasillo que conducía a mi habitación. Me inquietaba este hecho, así como que todas las personas presentes llevasen un atuendo negro impoluto, y todas compartiesen una edad similar.

Al abrir la puerta, nadie se percató. Todos permanecían embelesados ante cualquiera que fuese aquel hecho; entonces, una chica, de repente, se quedó mirándome desde su asiento durante unos segundos, y acto seguido, se levantó y se dirigió por el pasillo hasta donde yo estaba y nadie de los allí presentes se percató de que lo hacía.

Se puso delante de mí y me miró a los ojos con una mirada terriblemente fascinante. Observé que uno de sus ojos era completamente morado, aunque cristalino, transparente. Además de este rasgo exótico, tenía el pelo naranja, bastante corto, y era blanca como las nubes. Su atuendo era especial, una especie de vestido-túnica negro hasta los pies, en plan sacerdotisa. Se acercó un poco más a mí, y dijo: - "Te estábamos esperando"

Ipso facto, y antes de que pudiese reaccionar, noté que alguien desde atrás me cogía de los brazos, me ataba por detrás las manos, y me metía de nuevo hacia dentro de la habitación, mientras ella seguía mirándome desde la puerta.

Al poco rato, soñando consciente, abrí los ojos; estaba metida en la cama pero no me podía mover ni hablar. Veía mi cuarto con la misma luz a través de la persiana al igual que antes. Me percaté de una presencia al acostumbrar los ojos a la penumbra; delante de mi cama estaba esa mujer, y se movía de un extremo a otro, pasando su sombra por el reflejo de la persiana, como si estuviese vigilando. Yo la miraba pero ahora ella no notaba que yo estuviese despierta mirándola, y seguía andando de un lado a otro de la habitación.

Volví a dormirme.





Todos duermen pero ella con el ruido no la pudo ver. Con vivos muertos, brindando juntos por un año mas, un año menos, que dolerse de esta herida y de esta luz. Ella llego tarde no vio a nadie, fue directa a dormir. En vez de su piedra, encontró una fiesta en su salón.


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3 comentarios:

javio dijo...

¿Es tuyo?

El señor Ríder dijo...

La redaccion es mía, la historia me la dio una amiga (la etiqueta Empuja.. lo notifica).

La canción no es mía.

Anónimo dijo...

Me lo temía.