La mirada de Ella.
Llevaba el pelo muy corto, de color negro azabache. Vestía de rojo, un bonito traje, muy sugerente, a lo kimono japonés. Caminaba delante de mí. Contoneaba las caderas grácilmente. Iba escuchando música en unos auriculares azules y menudos. Oteaba todos los escaparates, hasta que justo uno llamó su atención, el de una tienda de bebés. Se paró, se giró, y su volumen aumentó. Estaba embarazada.
Luego me miró de nuevo, más sonriente que antes, y siguió su andadura, más altiva y segura que nunca, mientras se abría camino entre la multitud de una forma más impactante que Moisés abriendo las aguas.
Ayer supe realmente, después de 500 anuncios estúpidos en todos los medios de comunicación, qué es la Navidad.
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