sábado, 12 de diciembre de 2009

El ataúd no está tan lejano

Recordé que había dejado de cortejar a dos o tres mujeres, por temor a ser rechazado. Recordé también que hubo ocasiones en que dejé de hacer lo que quería, creyendo que podría hacerlo más tarde. Sentí una enorme pena por mí, no sólo porque estaba siendo enterrado vivo, sino porque había tenido miedo de vivir. ¿Cuál era el miedo de toparse con un “no”, de dejar algo para después, si lo más importante de todo era gozar plenamente la vida? Allí estaba yo, encerrado en un ataúd, y ya era demasiado tarde para volver atrás y mostrar el valor que necesitaba haber tenido.

El peregrino de Compostela, de Paulo Coelho

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