Reíamos ante los avatares de la vida. Preparábamos proyectos futuros individuales. A veces, hasta nos mirábamos a los ojos. Hablábamos de cualquier cosa: desde arquitectura moderna, hasta idiomas por mejorar o instrumentos musicales que tocar.
Fuimos a tomar una copa. El efecto tranquilizador del alcohol en mi sangre me hacía estar cada vez más encandilado ante sus focos. Mi líbido se disparaba ante cualquier mínima caricia. Ante cualquier toque en el pelo. Ante cualquiera sonrisa. La anhelaba como hacía tiempo que no lo hacía a nadie. Esa chica me encendía de veras.
El deseo también había salido anoche a cenar fuera, así que se alió con la noche cálida y preciosa, y sin avisar. En ese momento había cielo para todos: las estrellas titilaban y la luna ausente provocó el resto. Follamos en plena calle como animales, no podíamos esperar más.
Como norma general no me apasionan los besos, a excepción de justo al terminar de hacer el amor; es entonces cuando me encanta que nos colmemos de besos y abrazos. No iba a ser este día una excepción. Tras el orgasmo, acaricié su espalda con mi mano izquierda, agarré su cuello con la otra mano, la besé con todas las ganas que aún tenía.
Algo raro sucedía. En ese preciso instante, noté un sabor que no conocía, una espalda excesivamente suave, un cuerpo que no recordaba. Chillé a medida que me clavó las uñas en la espalda (¡traición!) y justo por eso desperté precipitadamente y, como en Inception / Origen, me llevé una buena patada que me devolvía a la cruda realidad. No era ella quien dormía a mi lado. Era Viejuno a quien estaba abrazado, durmiendo molestamente cerca de mí, y que me hizo acordarme de toda la familia de Calderón de la Barca.
Y, sin embargo, quiero que me mires con esa sonrisa irresistible cuanto antes.
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1 comentario:
Muy sensual...real? o sueño?
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